martes, 3 de marzo de 2009

La 211

Las cenas de dos siempre son íntimas, es inevitable. Y a veces te encuentras coqueteando con la más insospechada de las compañías. Es la noche, es el vino, es el número dos, las largas charlas. Te pones a contar historias y pides un café. Sólo, que es para recordar. Al tercer recuerdo llega la primera copa y con ella el último amor. Te tocas el pelo, las manos cobran protagonismo, no paras de moverlas. Él las mira, le hipnotizan. Ni te das cuenta. Con la segunda copa vuelven las risas (las de la botella de vino vacía), que se entremezclan con algún resto de esa última historia del primer whiski. Después de la risas el silencio, sonríes, timidamente. Los dos sonreís. Pedís una tercera, claro, nadie abandona cuando se lo está pasando bien. Ésta es ya casi sexual. Una cuarta? A la 211 por favor.


Pablo de vez en cuando, como ahora, intenta abrir las puertas al revés y casi nunca lo consigue. Sólo lo consiguió una vez, con el cuartito de la basura de casa. El que la sigue la consigue, ha escrito en su pared. Yo creo que tiene razón, pero no se lo digo para que no se le suba a la cabeza. La pelirroja se muda, abandona la energía negativa, que ya era hora. Y ahora que las puertas se abren al revés, sus patines ruedan, y la energía fluye por donde tiene que fluir, el sol se esconde. Nos engañaron con la primavera.


Algo se cuece en la farmacia...

1 comentario:

Miguel Ángel Maya dijo...

...Curiosamente, a mí se me llenan los días de hallazgos tardíos, insospechados, inmerecidos, terribles, como esa chica que pasa con un perfume que nos lleva a cuando hacía años y ella, que suele ser sinónimo de dolor, llevaba exactamente el mismo perfume...
...En cuanto a las cenas de dos, sí, es inevitable que sean íntimas, y es bonito que así sea: sobre todo si son las tres de la mañana y uno sigue hablando en la cocina, mientras se vacía la botella de vino...
...Besos...