Si pones dos sillas vacías a la orilla del mar pueden pasar dos cosas: que se las lleve la marea y acaben en una isla del Pacífico o, con un poco de suerte, que consiga sentarte a mi lado. Resultó que en aquella playa no había mareas, así que me convertí, por eliminación, en una chica con suerte.
La del fondo es la luna que, muerta de envidia, no dejaba de mirarnos.
2 comentarios:
...A mí, en cambio, hace muchos años, el mar Pacífico me trajo una silla idéntica a esa. Yo estaba en la orilla y la rescaté. Luego esperé por si el mar me traía otra más. Y no, no me trajo más. La luna también fue testigo de esa espera...
Me gusta el mar pacífico, aunque también me gusta cuando es salvaje y da miedo...
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